Recién
acaban de transcurrir las elecciones dominicanas pautadas para el 15 de mayo
del año en curso, 2016. Tal parecía que todo era previsible en esta
contienda... pero, para aquel que observa con detenimiento, es impresionante cómo
el circo político criollo nunca deja de introducir elementos creativos capaces
de generar el más absoluto asombro al más impasible de los mortales....para
muestra un botón...
Es bien
sabido que el voto dominicano se define por el bono gas, el bono luz, y
todos aquellos «bonos» habidos y por
haber... además, de forma muy especial, las elecciones dominicanas terminan de
decidirse gracias a ayudas clientelares que se reciben próximo al día de las
elecciones, la cantidad de «chatas» para las caravanas y el «quinientón» que no
ha de faltar a la hora de «echar» el voto...
¡Circo....pan
y circo es en lo que consiste el show
político dominicano....! Eso explica la eficiencia de la estrategia de campañas
electorales que inteligentemente ignoran el ofrecer, e incluso debatir, propuestas
programáticas tendentes a un desarrollo integral de la nación a cambio de
enfocarse en una estrategia mucho más redituable en el quehacer político
nacional: el clientelísmo....
Sin
embargo, siempre había considerado que había un segmento geográfico del mapa político
dominicano en donde se producían singularidades totalmente ajenas a la forma de
hacer política en el resto del ecosistema político criollo: El Distrito
Nacional.
Hasta
ahora, había ponderado que solo en
el Distrito Nacional es posible que candidatos congresionales como Minou Tavárez
Mirabal o Pelegrín Castillo (Por citar dos ejemplos de diputados que además
eran candidatos a la presidencia para estas elecciones) pueden ganar sus curules como congresistas simplemente
por promover sus propuestas, e ideología, sin necesidad de clientelismo
político....¡Solo en el Distrito
Nacional ―se supone― eso es posible...!
Pero he
aquí donde la política dominicana se reinventa a sí misma, y crea personajes
como el señor Karim Abu Naba que nos enseña una nueva lección: no hay predio
alguno en el suelo de Quisqueya que no esté profundamente influenciado por el
clientelismo político.
¿Cómo es
posible que sin ningún discurso, sin ningún tipo de experiencia política, sin
un posicionamiento previo favorable en cualquier área de la vida pública haya
podido sacar cerca del cuatro por ciento de los votos del electorado de la
crema y nata de la geografía política nacional?
¿Cómo es posible que bajo esas condiciones Karim Abu Naba, dentro de un universo electoral de 733,552 inscritos (el del Distrito Nacional) haya podido sacar más votos, en términos absolutos, que Minou Tavárez Mirabal, Pelegrin Castillo, Soraya o el legendario Hatuey de Camps, dentro de un casi diez veces más grande universo de 6,765,245 inscritos (el de todo el país).
Es decir,
¿qué podría ofrecer el señor Karim a los munícipes de la capital primada de
américa que este electorado haya valorado en un nada despreciable cuatro por
ciento de sus votos...?
De esa forma,
el así llamado Príncipe Karím, despojado de la formalidad del político
tradicional, pone al descubierto el efecto que un único factor, el dinero, tiene en la incidencia del
electorado dominicano, sin el resultado de la amplificación de ese efecto que
ocurre al combinarlo con los otros elementos non santos, habituales de la política criolla...
Si se
piensa con cuidado, creo que ―sin proponérselo― Karim ha sido de los candidatos que más ha aportado a dar luz de cómo
funciona nuestro fallido sistema, al haber segregado absolutamente todas los
demás factores que visten a los políticos para guardar las formas de cómo
logran su éxito, y pone al descubierto la relación que hay entre dos únicas
variables: dinero y cantidad de votos.
Es decir,
aún sin la estructura, ni la experiencia, ni el mecanismo de distribuir ese
dinero que abiertamente ofreció a su electorado, el señor Karim logra convencer
al cuatro por ciento del fragmento del electorado del más alto nivel que él es
la mejor opción para ser el alcalde de su ciudad.
Ahora bien,
imagínese que además de dinero usted cuente con experiencia, algún grado de
inteligencia, estructura política, medios de comunicación, más dinero aún que
el propio Karim (vía el estado), algún dominio de la palabra, etc....aunque se
encuentre usted en el mismísimo Distrito Nacional......imaginase cómo podría
usted potenciar la fortaleza de Karim (dinero) multiplicando tal vez por diez,
o tal vez por quince el resultado de su «inversión», como en el caso del
senador Félix Bautista, vergonzosamente, uno de los senadores más votados en el
país.
O bien,
¿qué pasaría si, en el mismo Distrito Nacional (Crema y nata del electorado
dominicano) algún grupo económico aliado a algún grupo político se dispone a
invertir con inteligencia y eficiencia en algún candidato particular? ¿No
podría fabricar a un síndico de la noche a la mañana? ¿No podría, incluso,
cambiarse los resultados que arrojan las encuestas a pocos días de las elecciones
en más de diez puntos, llevando a cerca de veinte puntos la diferencia con su
contendor más cercano, que a pocos días era solo de dos?
Y uno se
pregunta: ¿y será sostenible todo esto?, ¿podrá mantenerse por tiempo
indefinido el continuo incremento de otros males, como la deuda externa, el
índice de percepción de la corrupción, o la abstención? Yo creo que la razón
por la que todos estos males se han ido incoando en la sociedad dominicana sin
producir alguna convulsión social es la gradualidad con la que ellos se han
venido instalando. Pero no creo, francamente, que todo esto se pueda mantener secuola secularem, así no más.
Pero de
este otro tema conversaremos en otra entrega.
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