Pero sin que nadie pueda explicar cómo surgió la vida, y pasando por el hecho de que la primera célula (que se habría formado en la «sopa prebiótica» citada en la cuarta entrega) tuvo que hacerse duplicable en sí misma, tiene que ocurrir otro evento no menos improbable que el origen de la vida per se: el origen, y posterior desarrollo, de las especies.
En lo tratado hasta nuestra sexta entrega, no existe divergencia sustancial en la posición teísta. Cualquier creyente estaría de acuerdo en cómo he venido analizando el tema que nos ocupa.
En este punto es preciso diferenciar la micro-evolución de la macro-evolución. La micro-evolución, o adaptación de las especies (aceptada por todo el mundo), reconoce el hecho de que las especies se adaptan a nuevas situaciones para poder sobrevivir, pero siempre dentro del marco de ciertos límites los cuales implican que las especies mantengan los mismos órganos, aunque modificados. Es decir, nunca se pasa de una especie a otra.
La macro-evolución, en cambio, propone que nuevos órganos si pueden aparecer, y de esa forma, se pasa de pez a reptil, de reptil a ave, de reptil también a mamifero, y de mamífero al ser humano (más adelante veremos la dificultad que todo esto supone).
Cuando se trata de la macro-evolución (que en lo adelante llamaremos simplemente «evolución»), el pensamiento de los teístas no es uniforme; y los que de ellos creen en ese mecanismo de origen y posterior desarrollo de las especies son los así conocidos «evolucionistas teístas»; opinan que ciertamente que la evolución ocurrió, pero que fue por guianza divina, y no simplemente como producto del azar, la selección natural y millones y millones de años, como argumenta el evolucionismo ateo.
Quienes siendo «evolucionistas teístas» creen en La Biblia como libro inspirado por Dios le asignan al libro de Génesis un valor simbólico más que literal, y, de esa forma, concilian dos posturas en principio tan divergentes.
Es preciso aclarar que ser «evolucionista teísta» no implica no ser un profundo creyente en el cristianismo, por ejemplo. Sin embargo, entiendo que es una cosmovisión que debe ser mejor aclarada y explicada.
En mi opinión, tanto el evolucionismo ateo como el teísta tienen una postura tan inverosímil como cualquier otra que pretenda explicar el origen de las especies. Y decir que la evolución es la mejor explicación de la biodiversidad está lejos de ser concluyente. En nuestras próximas entregas veremos por qué...
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