El día lunes 6 de diciembre del 2010, el pueblo dominicano estaba convocado a vestirse de amarillo como una forma de protesta para que el presupuesto que está destinado a educación cumpla con lo establecido en la ley, la cual contempla un 4% del Producto Interno Bruto para esos fines. Hasta donde sabemos, las proyecciones que conocemos no cumplen ni remotamente con lo antes expuesto.
Confieso que esperaba un apoyo mayor de la población a la iniciativa que un grupo de dominicanos valiosos había emprendido, ya que a decir verdad, yo aspiraba a un país que desde la península de Samaná hasta la provincia de Montecristi y desde Pedernales hasta Higuey se tiñera de amarillo cual Estadio Cibao* en un partido de serie final.
Naturalmente, supongo que el gobierno calculó mejor que yo este asunto, y tuvo en cuenta detalles que yo pasé por alto. Así, es muy probable, que basado en su experiencia de elecciones no tan lejanas en el tiempo, tengan muy claro que las masas no se mueven por ideología alguna; ellos saben muy bien, que una tarjeta de solidaridad (Otrora funditas) puede llegar a transformar la voluntad de una persona aunque comprometa el futuro de ella y de los suyos por muchos años; han aprendido la lección de que un supuesto empleo del gobierno les da derecho a decidir sobre cosas tan aparentemente triviales como el color con que se vista una persona un lunes cualquiera del año; han entendido a cabalidad que conservando el status quo, es más fácil perpetuarse en el poder saecula saeculorum.
Ellos han alcanzado a divisar que construir mega proyectos en la ciudad capital es políticamente mucho más rentable que invertir en intangibles como la educación, que en honor a la verdad, llevaría años valorarlo, y cuyos beneficios políticos tal vez coseche alguna otra facción política. Así como que es mucho más eficiente para sus pretensiones particulares esperar cada cuatro años para conseguir los 500 pesos (15 dolares) que cuesta un voto y si acaso una que otra botellas de ron para los días previos a las elecciones y así “motivar” a las caravanas partidarias
Lo triste es que para desgracia de la nación todos los gobiernos que han dirigido los destinos del país durante los últimos cuarenta años parecen tener ese nivel de convencimiento, dado que rara vez, en ese período de tiempo, la República Dominicana ha tenido un presupuesto para educación próximo a un tres por ciento de su Producto Interno Bruto (todavía muy por debajo de lo establecido por la ley). Argumento, que el actual gobierno ha usado para justificar no acceder a esta justa demanda de la clase pensante dominicana.
Ahora bien, ¿cómo debemos entender los dominicanos el hecho de que el lunes amarillo no haya tenido el respaldo de todas los estratos de la ciudad a la escala deseada?, ¿Significa esto que nuestros problemas educacionales no son tales? Creo que tomando en cuenta que siendo el segundo país de América Latina que menos invierte en educación (Superado solo por Ecuador) la respuesta es negativa, y que lejos de pavonearse de un triunfo político porque la mayor parte de la población no se vistiera de amarillo, el gobierno debería estar avergonzado por la demostración de un profundo fracaso en nuestro sistema educativo, no sólo porque no hayamos alcanzado los estándares mínimos a nivel internacional, sino, porque como se puso de manifiesto el pasado lunes amarillo, nuestro pueblo es incapaz de concebir la educación como un elemento indispensable para el desarrollo material y sostenible de la nación.
¿Para qué tantas cumbres?, ¿para qué tantas charlas y discursos bonitos? ¿Para qué disponer de uno de los intelectuales más importantes del país en la primera posición de la nación si no existe la voluntad política de transferir esa sapiencia a su pueblo?
No se llame a engaños Señor Presidente, pues muy a pesar de no haber teñido el país de amarillo como correspondía, el mensaje de la clase pensante de la nación, aquella a la que usted solía representar, ha sido claro e inequívoco a usted y al mundo informado, de que “necesitamos educar la nación”.
Doctor Leonel Fernandez Reyna por favor, apiádese de su pueblo.
Amadeo Alcántara
*Lugar donde juegan las Águilas Cibaeñas, equipo de baseball dominicano de la ciudad de Santiago de los Caballeros cuyo color distintivo es el amarillo.
Confieso que esperaba un apoyo mayor de la población a la iniciativa que un grupo de dominicanos valiosos había emprendido, ya que a decir verdad, yo aspiraba a un país que desde la península de Samaná hasta la provincia de Montecristi y desde Pedernales hasta Higuey se tiñera de amarillo cual Estadio Cibao* en un partido de serie final.
Naturalmente, supongo que el gobierno calculó mejor que yo este asunto, y tuvo en cuenta detalles que yo pasé por alto. Así, es muy probable, que basado en su experiencia de elecciones no tan lejanas en el tiempo, tengan muy claro que las masas no se mueven por ideología alguna; ellos saben muy bien, que una tarjeta de solidaridad (Otrora funditas) puede llegar a transformar la voluntad de una persona aunque comprometa el futuro de ella y de los suyos por muchos años; han aprendido la lección de que un supuesto empleo del gobierno les da derecho a decidir sobre cosas tan aparentemente triviales como el color con que se vista una persona un lunes cualquiera del año; han entendido a cabalidad que conservando el status quo, es más fácil perpetuarse en el poder saecula saeculorum.
Ellos han alcanzado a divisar que construir mega proyectos en la ciudad capital es políticamente mucho más rentable que invertir en intangibles como la educación, que en honor a la verdad, llevaría años valorarlo, y cuyos beneficios políticos tal vez coseche alguna otra facción política. Así como que es mucho más eficiente para sus pretensiones particulares esperar cada cuatro años para conseguir los 500 pesos (15 dolares) que cuesta un voto y si acaso una que otra botellas de ron para los días previos a las elecciones y así “motivar” a las caravanas partidarias
Lo triste es que para desgracia de la nación todos los gobiernos que han dirigido los destinos del país durante los últimos cuarenta años parecen tener ese nivel de convencimiento, dado que rara vez, en ese período de tiempo, la República Dominicana ha tenido un presupuesto para educación próximo a un tres por ciento de su Producto Interno Bruto (todavía muy por debajo de lo establecido por la ley). Argumento, que el actual gobierno ha usado para justificar no acceder a esta justa demanda de la clase pensante dominicana.
Ahora bien, ¿cómo debemos entender los dominicanos el hecho de que el lunes amarillo no haya tenido el respaldo de todas los estratos de la ciudad a la escala deseada?, ¿Significa esto que nuestros problemas educacionales no son tales? Creo que tomando en cuenta que siendo el segundo país de América Latina que menos invierte en educación (Superado solo por Ecuador) la respuesta es negativa, y que lejos de pavonearse de un triunfo político porque la mayor parte de la población no se vistiera de amarillo, el gobierno debería estar avergonzado por la demostración de un profundo fracaso en nuestro sistema educativo, no sólo porque no hayamos alcanzado los estándares mínimos a nivel internacional, sino, porque como se puso de manifiesto el pasado lunes amarillo, nuestro pueblo es incapaz de concebir la educación como un elemento indispensable para el desarrollo material y sostenible de la nación.
¿Para qué tantas cumbres?, ¿para qué tantas charlas y discursos bonitos? ¿Para qué disponer de uno de los intelectuales más importantes del país en la primera posición de la nación si no existe la voluntad política de transferir esa sapiencia a su pueblo?
No se llame a engaños Señor Presidente, pues muy a pesar de no haber teñido el país de amarillo como correspondía, el mensaje de la clase pensante de la nación, aquella a la que usted solía representar, ha sido claro e inequívoco a usted y al mundo informado, de que “necesitamos educar la nación”.
Doctor Leonel Fernandez Reyna por favor, apiádese de su pueblo.
Amadeo Alcántara
*Lugar donde juegan las Águilas Cibaeñas, equipo de baseball dominicano de la ciudad de Santiago de los Caballeros cuyo color distintivo es el amarillo.
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