jueves, 17 de octubre de 2013

Sobre el Controversial Techo de la Deuda de EE. UU.

En el día de ayer, demócratas y republicanos lograron un acuerdo, según el cual, el techo de la deuda ha sido aumentado, y así, el default, o bien, la suspensión de pagos de alguna de las facturas de la deuda externa (que habría ocurrido por primera vez en la historia de los Estados Unidos de América) se ha evitado.

Pero ¿qué es lo que se conoce como el techo de la deuda, en Estados Unidos?, ¿qué llevó a que se llegara a esta situación tan extrema?, el acuerdo que demócratas y republicanos han logrado en el día de ayer ¿garantiza que el asunto está resuelto, al menos en un plazo razonable?

Hasta el año 1917, el congreso estadounidense autorizaba al Tesoro de ese país a tomar préstamos cada vez que este necesitaba dinero para cubrir algún déficit presupuestario; a partir de ese momento, el congreso creó la figura de «Techo de la Deuda», para facilitar los trámites burocráticos cada vez que esto fuera necesario.

De esa manera, el Tesoro norteamericano puede gestionar todo el dinero que sea necesario toda vez que no exceda el límite autorizado legalmente. Si se requiere más dinero del que está previamente autorizado, el congreso debe aprobar un «Techo» mayor, y el presidente debe promulgarlo como ley.

Para tener una idea, desde el establecimiento del Techo de la Deuda, en 1917, hasta el 2000, el mismo fue incrementado al menos noventa veces, y a partir de ese momento, fue incrementado 8 veces, durante la administración de Bush (hijo) y 7 veces más durante el actual presidente Barack Obama. En promedio, la frecuencia de la necesidad de subirlo se ha incrementado desde el 1965.

Hasta el 1974, esta herramienta jugaba un papel importante, pero, a partir de ese año se estableció lo que se conoce como el «Budget and Impoundment Control Act», que permite controlar los gastos y las entradas antes de que ocurran, con lo cual, el Techo de la Deuda había dejado de tener sentido, pues asumir un presupuesto deficitario suponía un incremento automático en él, y era redundar en burocracia el hecho de aprobar un presupuesto así, y más adelante tener la necesidad de tener que aprobar un incremento en el Techo de la Deuda que la misma aprobación deficitaria del presupuesto había engendrado. De esa manera, en el año 1979 se estableció lo que se conoció como la Regla Gephardt (Gerphardt Rule), según la cual, el Techo subía automáticamente si para la ejecución del presupuesto, previamente aprobado por el congreso, eso era necesario, sin la necesidad ulterior de la aprobación de ese estamento.

En el año 1995, sin embargo, esta regla queda eliminada por el congreso, y es cuando, por primera vez en la historia norteamericana, se presenta una crisis relacionada con el incremento del Techo de la Deuda; en esas  circunstancias, los republicanos forzaron la situación hasta que, al igual que ahora, obligaron al gobierno a caer en un shut down (suspensión de las actividades no vitales del gobierno) que consistió en dos etapas, puesto que se logró un acuerdo provisional para dar término a una primera parada en noviembre del 95, sin que, lamentablemente, se lograra consensuar durante el siguiente mes, para volver a caer en esa situación, esta vez, por unos 22 días. Eventualmente, demócratas y republicanos, lograron un acuerdo que permitió dar fin al shut down y elevar la deuda, en enero del 2006.

En agosto del 2011, Estados Unidos se enfrenta a su segunda crisis relacionada con el tema del requerimiento de incrementar nuevamente el Techo de la Deuda, el cual, como ya se ha explicado, tiene la necesidad de aprobarse, independientemente de que el congreso haya aprobado previamente un presupuesto deficitario, y apenas a horas de terminar el plazo para caer en el default (incumplimiento de parte de la deuda en el día programado) demócratas y republicanos logran un acuerdo que les permitió, nuevamente, elevar el Techo de la Deuda.

Este evento, a pesar de que no llegó a estar acompañado de un shut down, como su predecesor en el año 1995, trajo consigo una secuela que posiblemente sería más perjudicial para la economía norteamericana que la del eludido paro parcial del gobierno, y es que el día viernes 5 de agosto de ese año,  Estándar&Poor´s  rebajó la calificación para la deuda de los Estados Unidos de América de “AAA” a “AA+” por primera vez en su historia, dejando de ser, de acuerdo a esa firma, la referencia universal de confiabilidad al prestársele dinero, lo cual supuso que el acceso a los financiamientos internacionales serían algo más costosos. De hecho, se calcula que el retraso que experimentó en ese año el congreso norteamericano en incrementar su techo de deuda le terminó costando al estado 1.3 mil millones de dólares (1.3 billones, en la nomenclatura inglesa), ese año, y se proyectaba que ese mismo efecto iba a suponer un gasto adicional de 18.9 mil millones de dólares (18.9 billones, en la nomenclatura inglesa), para la siguiente década.

En ese momento (año 2011), Estados Unidos estableció un nuevo Techo de Deuda equivalente a 16,394 billones de dólares (16,394 trillones de dólares, en la nomenclatura inglesa) el cual rápidamente se alcanzó el 31 de diciembre del 2012. Para evitar caer en el default, El Tesoro tuvo que tomar medidas extraordinarias, sin embargo, a pesar de ellas, la proyección era que el día 17 de octubre del 2013 Estados Unidos amaneciera con apenas 30,000 millones de dólares, en caja; suficiente, apenas, para pagar sus facturas de ese día. Nuevas maniobras, y contando con el dinero que día a día hubiera recibido el fisco, habrían hecho posible llegar hasta el 30 de octubre sin haber incumplido, todavía; pero a partir de ese momento, la situación habría sido insostenible, y a alguien se le habría dejado de pagar su factura ese día, como tarde.

Los republicanos, especialmente la facción de ese partido conocida como el T Party, sostienen que los gastos deben ser reducidos drásticamente, y que las ayudas sociales de los demócratas, especialmente la conocida como el Obama Care, deben ser reducidas, cuando no eliminadas o al menos pospuestas, y que las bases económicas de ese país no son compatibles con ese tipo de ayudas; Curiosamente, el gran afectado político de los dos shut downs ha sido, precisamente, el partido Republicano.

Afortunadamente, la catástrofe financiera que pudo haber ocurrido el 30 de octubre próximo ―a más tardar― no ocurrirá, pues un traumático acuerdo consensuado entre demócratas y republicanos lo ha evitado, pero no sin antes de que una nueva firma, Fitch Ratings, haya amenazado, también, con degradar de «AAA»  (con lo cual son dos influyentes firmas las que habrían hecho la misma acción) la calidad de la deuda cuando está en manos de Estados Unidos.

El acuerdo alcanzado hace apenas horas permitirá que el Gobierno Federal tenga recursos hasta el 15 de enero para sus operaciones de día a día, y da al Tesoro la autorización de levantar su Techo de Deuda, pero solo lo suficiente para pagar sus compromisos hasta el 7 de febrero. Esto implica que, en un muy corto plazo, demócratas y republicanos tendrán que sentarse nuevamente en la mesa de negociación para ponerse de acuerdo respecto de qué van a hacer con el presupuesto nacional del país más poderoso de la tierra. Nadie sabe, a ciencia cierta, cuánto va a costar todo esto al pueblo norteamericano.

El hecho es que más allá de lo que para mucha gente ha parecido un show político, el tema de la economía norteamericana no es para tomarse a la ligera, especialmente para nosotros, habitantes insulares, vecinos del rey del norte, quienes, cual rémora que se adhiere al tiburón, esperamos poder comer, si quiera, de sus desperdicios, para seguir viviendo.

La cada vez más frecuente necesidad del incremento del techo de la deuda, la posición radical que parecen haber tomado algunos políticos influyentes estadounidenses, la llegada súbita de una cantidad enorme de personas a la edad de retiro que la seguridad social debe financiar (baby boomers), la fuga de empleo y de producción que durante años ha tenido Estados Unidos hacia países en desarrollo y la más reciente pérdida de fe de sectores de su economía hacen que el camino a trillar para su recuperación económica no sea tan claro.

Y mientras tanto, el gigante que ya no duerme (como bauticé a China en un artículo escrito para este mismo blog), quien había guardado el silencio diplomático que le caracteriza, sorprende a las naciones declarando, el sábado pasado, que: «necesitamos un mundo más “desamericanizado”, en donde todos los países, ricos y pobres, grandes y pequeños, puedan decidir por sí mismos su destino, sin la necesidad de un policía internacional que les regule, cuando ellos mismos no pueden organizar su propio país».

Evidentemente, lo que asusta de esa expresión es que no se sabe qué plan ulterior tenga China, que, por demás, es el mayor acreedor de Estados Unidos, pero que, sin lugar a duda, tratará de sacar ventaja a la más mínima señal de debilidad que muestre el rey del norte.

Por alguna razón que desconozco, siento que ni en las calles, ni en los círculos profesionales ni empresariales, se comenta sobre esta situación; como si el pueblo dominicano prefiriese estar al margen de ella.  Estados Unidos es, por mucho, el primer socio comercial de la República Dominicana, y cualquier cosa que le afecte va a repercutir, inevitablemente, en nuestra economía, la cual, como duramente hemos aprendido, no es blindada.


Amadeo