lunes, 20 de abril de 2009

Con un poco mas...

Nunca olvido a mi querido pastor Hermes Bethancourt, quien solía citar la célebre frase que él atribuía al destacado empresario industrial Norteamericano Rockefeller, a quien según el reverendo solía explicarnos, le preguntaron en una ocasión ¿con qué se conforma el hombre?, a lo que aquel acaudalado caballero respondió, tal vez sin ningún rubor, "Con un poco más".

El mundo en que nos ha tocado vivir nos ha favorecido con unos niveles de desarrollo tecnológico décadas antes impensable, lejos están los días en que la producción de los bienes que necesitábamos la hacíamos de manera artesanal. Lo que implicaba una consagración del fabricante y una valoración de las cosas que hoy ya no existe más, es decir, un vínculo más humano con el producto realizado.

Este hecho, aunado a “todas las posibilidades” que nos ofrecen los nuevos productos financieros que han desarrollado los bancos en aras de estimular el consumo nos ha convertido en verdaderas máquinas devoradoras de artículos diseñados para satisfacer el ego y el deseo que nos ha legado la postmodernidad, la irracional adquisición de bienes.

Desde mi punto de vista parte de este mal se debe al hecho de que el desarrollo científico, tecnológico e informático no va a la par con el desarrollo ético, y por utilizar palabras que han quedado en desuso: el desarrollo moral y de conciencia social. Es evidente que los últimos se han rezagado respecto a los primeros y en ocasiones, dan la impresión de que involucionan.

No quiero apelar a la hipocresía de decir que soy un abanderado del voto de pobreza que caracteriza a algunos monjes especialmente en la edad media, de hecho, en realidad desearía tener dinero suficiente para hacer muchas cosas en la vida que mis posibilidades financieras actuales no me permiten, pero debemos ser críticos y reflexivos, y reconocer que algo no anda bien en este sentido, y es que por alguna extraña razón cuando surcamos los espacios de la prosperidad financiera se nos hace difícil identificar la difusa frontera entre el bienestar y la lujuria. Y la medida en que vivir en los niveles de esta última, impide a otras personas alcanzar los niveles de la primera.

Gracias al Señor por ejemplos como el de este hombre de Dios que por decirlo de alguna manera no tuvo, el ser exitoso en materia financiera, como cosa a qué aferrarse, sino que se mantuvo firme en las creencias y en los valores que había decidido adoptar, legándonos el paradigma de no haber sucumbido en la tentación de esta inversión de valores que tanto mal le ha hecho a nuestra sociedad.